Dicen que el tiempo vuela cuando eres feliz. Deben de estar en lo cierto, porque las últimas semanas han sido un visto y no visto. Veo mi barriga crecer y me parece increíble que dentro de mí revoloteen dos vidas. Dos vidas, dos personitas, dos chiquitines que se han convertido en las ilusiones de esta loca soñadora.
La barriga hace semanas que empezó a salir. Al principio se trataba de un tímido bulto bajo mi ropa. Yo sabía que estaba ahí, apreciaba los cambios que comenzaban a invadir mi cuerpo, pero para ojos ajenos no había nada que ver bajo mi camiseta. Ahora es casi imposible de disimular. Estos dos bichejos vienen pisando fuerte, haciéndose notar. Y a mí me encanta.
Es todo un orgullo lucir una barriguita infértil. Después de más de dos años y pico de lucha, después de Omifin, de pruebas, de incertidumbre, de dos IA negativas y una FIV con dos transferencias, por fin vivo un momento que no estaba segura de poder experimentar. Es una satisfacción, es la prueba más evidente de que la lucha ha merecido la pena.
A pesar de todo, los miedos siguen estando ahí, aunque ahora los espanto con tanta facilidad que apenas se atreven a aparecer. Me he sorprendido a mí misma curioseando en las secciones de bebé, hojeando carritos y, lo más increíble, atreviéndome a comprarles algo a mis pequeños luceritos. No ha sido gran cosa: dos mantitas bien gorditas para el invierno y unos conjuntos super graciosos de H&M, pero me ha hecho tanta ilusión comprarlos que cada día voy a echarles un vistazo al armario donde los he guardado y sigo sin creerme que esas cosas tan monas sean para mí.
Durante este tiempo de pruebas, muchas dudas, tratamientos y negativos, ha habido embarazos y bebés a mi alrededor a los que comprar un detallito cuando tocaba. Para mí fue duro elegir ropita de bebé que no sabía si algún día sería para mí. Hubo momentos difíciles y, aunque no quiero olvidarlos, sí es cierto que prefiero quedarme con lo bonito que es ahora mi mundo. Veo al Rubiales emocionado, a mis Super Papás cayéndoles la baba con cada avance del embarazo, a nuestros familiares felices por nosotros y a nuestros amigos demostrándome que estos luceritos no solo son especiales para nosotros, sino para ellos también.
Y a mí esos detalles me llenan de vida, una vida que me proporcionan estos dos bichejos en mi barriga.
El sexo de los bebés sigue siendo una incógnita. Se cruzan de piernas durante las ecografías, así que por ahora se mantiene el secreto. Si es que me han salido gamberretes, ya son de armas tomar… jejeje
Lo cierto es que nos da exactamente igual si son dos niñas, dos niños o niño y niña. Es un detalle que nos resulta totalmente indiferente, solo queremos que estén bien y sanitos, y con eso nos basta. Ahora, eso sí, nos os voy a negar que nos morimos de la curiosidad de saber lo que son, en especial por llamarles por su nombre (que lo estoy deseando).
Las horribles molestias que he estado sufriendo hasta hace unas pocas semanas han desaparecido casi por completo y por fin puedo disfrutar de la comida (o de casi toda, hay ciertas cosas que siguen oliéndome fatal), ya no tengo arcadas ni tampoco vómitos y apenas sufro las náuseas que tanto me han acompañado desde el principio del embarazo. En definitiva, vuelvo a tener apetito, aunque yo prefiero llamarlo gula porque hay días que podría tirarme las 24 horas del día comiendo.
Veo la inmensa felicidad en los ojos de mi abuela, que no deja de cuidarme y acariciarme la panza mientras les habla, y siento que toda la lucha ha merecido la pena. Ella ha vivido conmigo cada tratamiento, cada caída, interesándose por cada avance e intentando comprender (hay términos que se le escapan, como es normal) cada paso de los tratamientos y ahora la veo feliz, pletórica, desviviéndose por estos dos luceritos que cada día ocupan más espacio en mi barriga. La he visto entristecerse en cada uno de mis negativos, me ha dado fuerzas y siempre me ha animado a continuar y ahora, por fin, le brillan los ojos de alegría cada vez que me ve y corre a llevarse las manos a mi barriga, que acaricia con dulzura y cariño.
Así que, poco a poco, mi alma empieza a sanarse y vuelvo a ser yo, disfrutando de los pequeños detalles, ilusionándome con los cambios de mi cuerpo, imaginándome un futuro próximo cargado de cambios y rutinas.
Y creo que ni siquiera cien vidas me alcanzarían para haceros comprender lo fácil que ha sido quereros incluso antes de conoceros…
A vosotras, mis luchadoras, no os rindáis. Como dice Mario Benedetti:
«No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños…»