Cuando empecé la primera IA sabía que este camino no sería fácil, pero en el fondo de mi ser sabía que en algún momento lo conseguiría y se cumpliría nuestro sueño. Quizás ahora veo las cosas desde otra perspectiva. Ayer me dieron el resultado de mi beta: negativa, por supuesto. Canica no se ha quedado conmigo y probablemente se fue enseguida, mientras yo le hablaba y le daba calorcito para que se sintiese a gusto en mi interior.
No he vivido muchos momentos difíciles en mi vida, pero ayer fue el peor día de mi vida. Me descontrolé, no conseguí aplacar mis sentimientos y lloré sin parar durante todo el día, hasta el punto de que se me despertó un dolor de cabeza horrible que me mantuvo medio adormilada hasta la noche, momento en el que me metí en la cama e intenté olvidarme de todo por mi bien.
Me siento defectuosa, como si tuviese una tara, una persona incompleta y mal acabada por la naturaleza. En días como ayer se me olvida que a pesar de la infertilidad se puede ser madre. Se me olvida que los sueños se cumplen, que las batallas se ganan, que las lágrimas desaparecen. Porque ahora tengo miedo, miedo de otro negativo, de no saber afrontarlo, de no saber qué hacer después, de no poder ser madre. Tengo verdadero pánico de que mi sueño nunca se cumpla. Esa frasecita se repite continuamente en mi cabeza: «Elora, quizás nunca lo consigas».
Me siento perdida y terriblemente asustada, a la deriva, sin saber muy bien qué hacer. La ilusión se ha reducido, la esperanza permanece escondida en un cajón. No hay palabras que me animen, no hay consuelo para tanto dolor. Ilusa de mí que pensé que esta vez podría ser la buena, que tal vez nuestra historia por fin tuviese un final feliz. ¡Ingenua! Quizás confié demasiado en las palabras del médico que me aconsejó solo poner un embrión porque debido a mi edad tenía muchas posibilidades de conseguirlo. Sí, tenía posibilidades, pero no sirvieron para nada. Casi preferiría que no me dijese ese tipo de cosas, me hice muchas esperanzas que se han volatilizado haciéndome mucho daño, haciéndonos mucho daño.
Ayer por primera vez vi derrotado a Rubio, dolido y agotado de que las cosas nos salgan del revés. Y ver el dolor y el sufrimiento reflejado en sus ojos ha sido la peor parte de este negativo. Me siento como si le fallara, como si no pudiese darle aquello que tanto anhela, me siento inútil y también cansada. Necesito recuperar mi vida, volver a repartir currículums, encontrar un trabajo y volver a ser yo. No seguiré teniendo mi vida en stand by por culpa de los tratamientos, las consultas, los pinchazos… Volveré a mis clases de Zumba (que tanto he echado de menos) y recuperaré mis caminatas diarias con los perros que tanta falta me hacían.
Este jueves regreso a la clínica para una consulta rutinaria después de la FIV negativa. Tengo muchas dudas que plantearles, así que anotaré todo en una hoja de papel para que nada se me quede atrás. La doctora que me llamó ayer para darme la mala noticia me aconsejó transferir los dos embrioncitos congelados que quedan juntos, que es lo mejor. Me dejó un poco tocada porque me aseguró que los embriones son buenos pero que sinceramente debido a mi edad habían esperado sacar muchos más óvulos de los que obtuvimos, y que no había sido así. En fin, si así quería dejarme más tranquila no lo ha conseguido.
Ahora solo nos quedan esos dos chiquitines y, aunque tengo aún esperanzas, no quiero ilusionarme demasiado. Bonito y NoTanBonito (o Bizcochito y Cacahuete, como he decidido renombrarlos) son todo lo que tengo y quiero creer que tal vez ellos sí quieran quedarse conmigo. Canica no lo consiguió, confío en que Bizcochito y Cacahuete sean más fuertes y multiplicando su fuerza sean capaces de agarrarse a mí.
A veces me pregunto si habré hecho algo mal. Quizás no haya descansado demasiado, quizás no haya hecho suficiente reposo, quizás mis caminatas no hayan sido las adecuadas, quizás haya hecho una vida demasiado normal, no lo sé. Y nunca lo sabré. Y casi prefiero no darle demasiadas vueltas al tema porque estoy deseando poder cerrar este capítulo de mi vida.
Desde aquí me gustaría dar las gracias a mi querida #infertilpandy por su apoyo incondicional, por su preocupación constante, por sus palabras de ánimo, por su cariño y por acompañarme en todo momento. No sé qué haría sin vosotras, os habéis convertido en una parte muy importante de mi vida y todo esto habría sido una verdadera mierda sin vosotras. Gracias y mil veces gracias! Os quiero!
Al puñetero destino que se ha atrevido a escribir mi historia, decirle que se le olvidó el final feliz. Esta vez todo había ido como la seda: la medicación no me causaba molestias, los pinchazos no me dolían, Rubio cogió vacaciones y vivimos la betaespera juntos (algo que nunca había ocurrido) e incluso fuimos juntos a la clínica para la beta. Todo muy bonito, de color de rosa. En dos días sería mi cumpleaños y si la beta resultase positiva sería el mejor regalo de todos. Quizás todo fluyese demasiado bien y al final nos tocó bajarnos de la nube. Señor destino, por favor, olvídese de mí durante un tiempo, que ya estoy un poquito hasta las narices!
En unos días espero encontrarme mejor y con ganas de continuar, pero mientras no sea así estaré tranquila en mi casa, acompañada por mis peludetes, que no me han dejado sola desde ayer cuando me dieron la mala noticia. ¿Será que se dan cuenta de las cosas malas? No lo sé, pero mientras escribo esta entrada tengo a Grandullón Amoroso pegado a mí, mirándome de reojo de vez en cuando, persiguiéndome a donde quiera que vaya. 37 kilos de puro amor incondicional que me alegra la mañana.
Y esto es todo! Espero poder escribiros más positiva con el transcurso de los días. Besazos y gracias por leerme!