Mañana cumplo 15 semanas. Quince semanas de miedos, de inseguridades, de esperanza, de ilusión, de amor desmedido y, sobre todo, de un instinto de protección hacia mis luceritos que no había experimentado jamás.
Me he dado cuenta de que, poco a poco, he ido recuperando la personalidad que me habían arrebatado los tratamientos y la infertilidad. No me malinterpretéis, siempre seré infértil y jamás olvidaré el camino que he recorrido para llegar hasta aquí, pero desde que estos dos chiquitines están dentro de mí me ha embargado una paz que hacía mucho tiempo que no sentía.
Los embarazos ajenos ya no tienen ese efecto tan devastador en mí, ni tampoco ver barriguitas y bebés preciosos por todas partes. Vuelvo a sonreír, vuelvo a recuperar mi antiguo yo, vuelvo a bromear y estoy deseando hacer planes a todas horas con mis amigas ahora que el reposo absoluto ha desaparecido de mi vida. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien. Me había acostumbrado tanto a estar triste que ya no recordaba lo bien que se siente una consigo misma cuando está en paz con todo lo que la rodea.
Y, con mucha cautela, me estoy permitiendo disfrutar.
Regalitos super cucos de amigas increíbles y mi Rubio encantador
Después de los sangrados y la recomendación del reposo absoluto, no pude salir de casa durante poco más de 5 semanas. Mis mejores amigas nunca me dejaron sola, me visitaban todas las semanas y me hacían reír con sus anécdotas de trabajo y cosas así, hacían cualquier cosa por verme sonreír. Cuando cumplí 10 semanas, me regalaron este álbum de recuerdos tan mono (bendito Mr Wonderful!). Me pareció realmente bonito, hojeé las páginas pero no me atreví a escribir nada en él. No podía, me daba auténtico pavor ilusionarme con algo así y, aunque se lo agradecí mucho, lo guardé en un cajón hasta que fuese capaz de decorarlo con ecografías y demás recuerdos.
Es un álbum realmente precioso repleto de frases molonas
Ahora, por fin, creo que ha llegado el momento de animarme a completarlo muy poco a poco. Los miedos e inseguridades siguen ahí, pero os prometo que lo hacen en proporciones realmente pequeñas.
Rubio, que es una persona mucho más positiva que yo, siempre ve el vaso medio lleno y una mañana me obsequió con esta monada:
Mi Solete y mi Lunita, ¿verdad que son preciosos?
Toca hacerse a la idea de que en unos meses dos pequeñajos llenarán nuestro mundo de alegría y amor incondicional y se animó a comprar dos chupetitos, los que más le llamaron la atención 🙂 A mí me encantan y los guardo como si fueran un auténtico tesoro!
Así que por fin puedo gritar a los cuatro vientos que esta menda está disfrutando a tope de esta etapa tan increíble, ilusionándome pensando en ellos y perdiendo el miedo a pasos agigantados.
Como dice Super Mamá: «Lo malo quedó atrás, ya es hora de vivir ilusionada y sin miedos por lo que va a venir».
Tiene toda la razón, ¿no es cierto? 🙂