Fuera, las nubes grises cubren casi por completo los rayos apagados del astro rey. Llueve con fuerza, la lluvia impacta contra las ventanas rompiendo el silencio de mi habitación. Hace frío y viento. Las ramas de los árboles del jardín bailan al son caprichoso que impone la gélida brisa.
Estos últimos días no han sido días fáciles. Me siento cansada, harta de todo y de todos, enfadada con el mundo, dolida con mi cuerpo caprichoso que ha decidido jugar su propia partida sin tenerme en cuenta. Apenas me reconozco y eso me duele. Me duele profundamente. ¿Dónde está aquella chica sonriente que siempre hacía reír a los demás? ¿Dónde se esconde aquella chica llena de chispa y despreocupada, la que siempre estaba dispuesta a ayudar a los de su alrededor? ¿A dónde se ha ido esa chica cariñosa y divertida, la que nunca faltaba en una buena reunión de amigos y divertía a todo el mundo? Esa chica está cansada. Cansada de fingir que todo va bien mientras todo se desmorona por dentro. Cansada de luchar, de sacar fuerzas de donde no las hay. Cansada de los negativos. Cansada del dolor. A esa chica la infertilidad le ha cambiado la vida. Esa chica necesita, por primera vez, que la ayuden a ella. Que alguien comprenda su dolor y su desánimo, que alguien intente ponerse en su lugar. Necesita, más que nunca, sentirse comprendida y querida.
Me gustaría que todo esto no me afectara. Me gustaría ser más fuerte. Pero no puedo. Son demasiadas preocupaciones, demasiados problemas, demasiado… Todo. Agradecería que los demás se pusiesen en mi lugar más a menudo. Yo siempre lo he hecho, siempre he intentado ponerme en el lugar del otro para sentir lo que él siente. Eso me ha ahorrado muchas discusiones con Rubio. Esto no es una obsesión, no es un capricho, no es tan fácil como relajarse y dejar que la naturaleza intervenga. No, señores. Las cosas no son tan fáciles. Los primeros meses, fui la persona más despreocupada del mundo, ni siquiera me dolían los negativos. Y ni siquiera esa despreocupación consiguió que mi pequeña Canica fuese parte de mí.
Ay, Canica, ¿por qué nos lo pones tan difícil? Papá y mamá intentan ser fuertes por ti, te buscamos incansablemente… Y parece que eso no es suficiente.
Estoy harta de las lágrimas y del dolor que siento en el corazón cada vez que alguna vecina o amiga me pregunta «¿Y tú para cuándo?». Me gustaría gritar tantas cosas que me quedo muda de la impresión.
Después de salir de nuestra consulta en Fertilidad, mi mente comenzó a dar muchas vueltas, a barajar diversas opciones, a pensar demasiado. Recuerdo perfectamente la frase de la ginecóloga que provocó que me preocupara tanto: «Uy, esta FSH está un pelín alta. No todos los tratamientos son válidos si la FSH no es correcta. Puede darte problemas».
Y comencé a buscar información. Internet es un gran aliado en esto, pero también un verdugo. No toda la información que aparece en San Google es buena ni correcta. Esa dichosa hormonita, la FSH, no es otra cosa que un indicativo de nuestra reserva ovárica y la calidad de nuestros óvulos y, al parecer, la mía está un pelín por encima del límite.
¿Qué hacer? La verdad es que me encuentro un poco perdida. La ginecóloga de la Seguridad Social me asustó bastante, para qué mentir. Me hizo ver que mi FSH es muy elevada (está por encima de 10 y parece ser que eso es demasiado) y que las opciones y las alternativas no son demasiadas. En cambio, en la clínica privada, no nos lo han pintado de un modo tan fatalista. Rubio y yo estamos muy perdidos. No sabemos qué hacer, a quién creer, de quién fiarnos, en quién confiar. En unos días me haré un segundo análisis hormonal para volver a echarle un ojo a la FSH, la LH, el Estradiol y la Progesterona. Y una vez tengamos los resultados, decidiremos qué hacer.
Rubio quiere luchar. Quiere tirar hacia adelante. No quiere detenerse, no ahora que estamos en mitad del camino. Pero a mí me asaltan muchas dudas. Si mi reserva ovárica es mala, ¿qué opciones me quedan? Una IA queda totalmente descartada y probablemente una FIV también. He leído que muchas de las mujeres a las que se le ha diagnosticado una FSH elevada han tenido que recurrir a la ovodonación. No quiero adelantarme a los hechos, no quiero ponerme en lo peor, pero a veces es lo mejor para que la caída sea menos dolorosa. De todas formas, si la ovodonación fuese nuestra única opción, nos iríamos de cabeza a ella.
No necesito un clon de mí, sólo quiero ser mamá, quiero sentir a Canica dentro de mí. No me importa que genéticamente no se parezca a mí, eso es lo menos importante.
Rubio no quiere que yo piense en esas cosas. Él no es tan tremendista y fatalista como yo. Él quiere pensar que algo bueno nos está esperando a la vuelta de la esquina. Él quiere creer que el destino nos deparará un final feliz. Si no podemos ir a IA, la FIV será nuestro próximo destino.
Ay, Rubio, cuánto me duele no poder cumplir tu sueño. Cuánto me duele no poder hacerte padre. Veo la tristeza en tus ojos y tu dolor me desgarra por dentro y duele como mil demonios. Eres una persona increíble, la persona más increíble que he conocido jamás y serás un padrazo, estoy segura. Canica estará orgulloso del papá genial que tendrá, el que hará posible que nuestro sueño se cumpla, el que no se rinde jamás, el que tira de mí y de él con todas sus fuerzas.
Estos días son difíciles y lo seguirán siendo hasta que los resultados no lleguen a mis manos. Y cuando así sea, resolveremos todas nuestras dudas.
Después de este largo camino, después de las lágrimas y los malos momentos, cuando te tenga entre mis brazos, mi hermoso bebé, imagina cuánto te querré.