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Ella se merece esto y más. Ayúdala.

Ocigueña

Hoy os escribo para hablar de alguien muy especial.

Os quiero hablar de Luisi. Las que seguís mi blog desde Twitter (#Infertilpandy), seguramente la conocéis.

Entonces sabréis que lo que diga de ella es poco.

Ella es especial por sí sola, es capaz de sacarte la sonrisa cuando solo tienes ganas de llorar y no ve nada negativo, solo saca lo positivo de las cosas.

Tenemos mucho en común, entre esas cosas es, que a las dos no nos falta un tornillo, si no la ferretería completa. Por eso me encanta.

En mi último tratamiento, íbamos las dos a la par, hicimos la betaespera juntas y como siempre ella me sacaba a flote en los momentos que más lo necesitaba. Nos ilusionábamos juntas hablando de Copito y Cigoñino.

Yo no lo conseguí, pero ella sí y su felicidad fue mía también. Mi negativo dolió menos, sabiendo que ella si…

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SI DECIDES QUEDARTE

Si decides quedarte me demostrarás que los sueños se hacen realidad. Si decides quedarte sabré que todo ha merecido la pena. Si decides quedarte miraré la felicidad en los ojos de la gente que nos quiere. Porque si decides quedarte, mi amor, no me sentiré tan vacía como hasta ahora.

Para mí ha sido imposible no amarte, no amaros. Vosotros tres, mis soles brillantes, me habéis devuelto la ilusión. Volví a vivir el 18 de enero, cuando llamaron para asegurarme de que los tres os habíais convertido en unos campeones. Y algo en mi interior se expandió con una explosión de luces de colores, un amor imposible de controlar se adueñó de cada parte de mi ser. Mis tres pequeños, las estrellitas más brillantes que ahora guían mis momentos de oscuridad. Estáis ahí, sois reales, mis tres pequeños milagritos tan llenos de vida. Y saber que existís, saber que formáis parte de mí, me provoca un amor infinito que jamás había experimentado. Solo quiero protegeros, cuidaros y repetiros lo realmente especiales que sois.

Mis amores verdaderos, un puñado de células en el laboratorio de una clínica. Cómo cambia la perspectiva del amor, ¿verdad? No fue difícil amaros; solo saber que existís fue suficiente para desprenderme de la coraza en la que tanto he trabajado para evitar que los contratiempos y los negativos me hundan y me destrocen. Me liberé, me sentí liviana, dispuesta a amar.

Y ahora estás conmigo, Canica, y si decides quedarte prometo recordarte cada día el bebé tan especial que eres. Te mimaré y te querré, cielo mío, e intentaré que nada te haga daño. Porque aquí está mami, siempre dispuesta a protegerte. Y, algún día, te contaré tu historia y comprenderás lo fácil que resulta amar tanto a alguien que no conoces. Te contaré esa historia cada noche, en la que papá y mamá pidieron ayuda a seres mágicos para bajar una estrellita del firmamento.

Tesoro, cuando te tenga entre mis brazos por fin, imagina cuánto te querré.

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ANÉCDOTAS DE UNA NOCHE DE FIN DE AÑO

Como desde hace varios años, Rubio y yo nos repartimos las fiestas entre su familia y la mía. Ya que Nochebuena la pasamos con mi familia política, fin de año tocaba con la mía. Todos los años es igual: anécdotas y bromas antes de las uvas, y copas y más bromas después de las uvas. Sin embargo, esta vez ocurrió algo diferente, algo que me removió el estómago y me provocó una sonrisa de oreja a oreja durante toda la noche.

Nos comimos las doce uvas, yo pedí en silencio que este nuevo año que entra por fin sea el nuestro y todos brindamos con alegría. Champán y sidra por todas partes, copas chocando, líquido derramándose, el corcho de las botellas volando sobre nuestras cabezas. Rubio y yo nos miramos a los ojos y nos besamos medio sonriendo; creo que los dos pedimos el mismo deseo. Y, entonces, toda mi familia se puso en pie y empezó a gritar con alegría deseos en voz alta, deseos cuyos protagonistas éramos nosotros.

«- ¡Arriba las copas! ¡Por Elora y por Rubio! ¡Porque este año se cumpla su deseo!»

«- ¡Vengaaa, que ese bebé cada vez está más cerca!»

«- ¡Vais muy bien, chicos, lo vais a conseguir! ¡Este año es el vuestro!»

«- ¡Ya falta menos! ¡Casi lo habéis conseguido!»

Vi la alegría en los rostros de Super Papás, la felicidad en la cara de Tía Favorita, el orgullo en las miradas de Abuelo Tierno y Abuela Dulce. Y levanté la copa y brindé; brindé por mis sueños y por los de Rubio, brindé por ser más fuerte cada día, brindé por no rendirme ante las adversidades, brindé por comerme el 2015 con patatas. Me sentí querida y comprendida pero, sobre todo, me sentí increíblemente agradecida. Rubio me miraba con ojos tiernos y sé que él sentía lo mismo que yo. Que Canica no solo es deseado por nosotros, sino por toda la gente buena que nos rodea.

Y entonces me dije… Tanta gente buena deseándonos lo mejor y enviándonos tantas energías positivas debería ayudar, ¿no? Quiero creer que este será el año en el que se cumplirán mis sueños (y el de todas las luchadoras que comparten mi camino), el año en el que todo habrá merecido la pena. Si encontrase un trabajo con el que romper la monotonía del día a día ya sería lo más de lo más!

A este 2015 solo le pido felicidad, alegría, mucho amor y salud para disfrutarlo con Rubio, mi familia y mis amigos. De lo demás, ya me ocupo yo. Sea como sea, lo conseguiremos. Y este año me trae muy buenas vibraciones.

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¡FELIZ 2015!

He tenido unos problemillas con el ordenador y eso me ha mantenido alejada de la blogosfera más de lo que me gustaría. Pero aquí estoy por fin, cruzando los dedos para que mi portátil no me ocasione más problemas.

Quiero desearos a todas un feliz 2015 y que este año nuevo que llega lo haga cargado de alegrías infinitas, ilusiones desmesuradas y, sobre todo, sueños cumplidos. Os deseo a todas y cada una de vosotras lo que me deseo para mí misma: que a pesar de los obstáculos, de lo difíciles que se pongan las cosas, no olvidemos lo fuerte que somos y que, antes o después, lo lograremos. Tenemos mucho amor dentro que dar y nos merecemos un bebé al que dárselo, ¿no créeis?

A mi modo de verlo, en este 2014 me he conocido de verdad a mí misma. He visto hasta dónde soy capaz de llegar por lograr mis sueños, he comprendido que unos baches estúpidos no van a pararme y he apreciado muchísimo más a la gente que me rodea. Tengo un marido excepcional, unos padres increíbles, una familia super volcada con nosotros y unos amigos (pocos, pero de los buenos) que siempre me ofrecen su hombro para llorar si lo necesito o me tienden una mano para acompañarme en el camino.

Pero no estoy aquí para agradecerles a los míos todo lo que hacen por mí. Estoy aquí para agradeceros a VOSOTRAS formar parte de mi vida. Porque gracias a vosotras, este camino ha resultado ser mucho más llevadero. Ya sois de las mías, mis compañeras luchadoras, mis niñas, mis amigas en la distancia. Con alguna de vosotras guardo una relación muy especial y solo puedo dar gracias a los astros o a los dioses por haberos puesto en mi camino. En este 2014 me he sorprendido sintiendo una conexión increíble con personas a las que no veo, con personas a las que jamás les he escuchado la voz, pero que comprenden a la perfección cómo me siento o que saben exactamente qué decir para arrancarme una sonrisa en mis peores momentos.

Este 2014 ha sido realmente especial gracias a vosotras. Hasta entonces, me sentía sola en mi lucha. Me sentía sola en mi camino. Pero eso ha quedado atrás. La mejor decisión que pude tomar este año fue abrir el blog y entrar a formar parte de la #infertilpandy, me siento como en casa.

Os deseo de corazón que el 2015 os traiga lo que tanto os merecéis y que, por fin, se cumplan de verdad nuestros sueños.

Así que…

Bienvenido 2015, trátanos bien! Porque vamos a por todas! 🙂

Un besazo gigantesco! Os quiero!

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¡FELICES FIESTAS!

Entro un momentín para desearos a todas unas felices fiestas y espero que el gordito de rojo haya cumplido alguno de vuestros deseos. Para mí las Navidades son una época de contrastes agridulces y, especialmente este año, he vivido contrastes realmente extremos. Por una parte, he dado saltos de alegría y piruetas voladoras porque Rubio ha vuelto a casa por estas fechas y os puedo asegurar que no hay nada que pague esa felicidad. Tantas semanas separados sin estar cerca uno del otro empezaba a pasarme factura y verlo llegar a casa la víspera de Nochebuena me produjo una sonrisa imborrable durante todo el día.

Por otro lado, el lado menos bonito por decirlo de algún modo, han sido otras navidades sin nuestro bebé. Recuerdo que el año anterior todavía las vivía con ingenuidad y muchísima esperanza, no habíamos empezado los tratamientos y no sabíamos lo que se nos venía encima. Hemos aguantado las típicas preguntas de «¿Y vosotros para cuándo?» lo mejor que hemos podido y nos hemos hecho los locos, fingiendo no saber nada del tema. Si es que estamos hechos unos maestros del engaño! jejeje

Sólo quería desearos lo mejor de lo mejor a todas, os lo merecéis muchísimo! Sueño con todas mis fuerzas que el 2015 nos traerá lo que tanto anhelamos, un bebé al que darle todo el amor que llevamos dentro 🙂

Os dejo con unos regalitos molones con los que Rubio me sorprendió en Navidad 🙂 Son una chulada, ¿verdad? Teniendo en cuenta que se encontraba fuera del país y que tuvo que organizar una verdadera odisea para pedir estas cucadas… solo puedo quererlo todavía más!

Un besazo gigantesco a todas! Prometo ponerme al día con vuestras historias en los próximos días 😉

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DOMINGO DESDE EL SOFÁ

Hoy es domingo por la noche, lo que significa que me encuentro tirada en el sofá esperando a que empiece un nuevo capítulo de Modern Family, ¡adoro esta serie! Y mientras espero, me he dado cuenta de que apenas falta una semana y media para que acabe el año y todavía no hemos empezado la FIV. Reconozco que me muero de ganas por iniciar el tratamiento y sentir que esto avanza, pero hay algo aún más importante que eso: la llegada casi inminente de Rubio a casa.

Creo que ya os lo he comentado alguna vez, pero por su trabajo, Rubio pasa bastante tiempo fuera de casa. Esta vez, ese tiempo se ha alargado demasiado y este mes de diciembre apenas nos hemos visto (probablemente solo haya estado en casa cuatro días como mucho); y, ahora, por fin, después de tantas semanas separados, el momento del reencuentro se acerca. Llegará el día antes de Navidad y para mí ese es el mejor regalo de todos. No le he pedido nada más al gordito de rojo, solo que mi marido vuelva a casa.

Este año tan intenso en cuanto a clínicas, búsqueda de respuestas y tratamientos se refiere, me he dado cuenta de muchas cosas y una de ellas es la persona increíble con la que comparto mi vida. No me malinterpretéis, ya sabía lo maravilloso que es antes de esto, pero es cierto que en las peores situaciones es cuando mejor conoces a las personas, y a mí eso me ha hecho valorar todavía más al hombre que comparte la vida conmigo desde hace casi once años. Me he enamorado de él a otro nivel diferente, mucho más entregado, incondicional, inseparable y noble de lo que he experimentado jamás. He redescubierto a una persona increíble, entregada, que se desloma trabajando para poder cumplir nuestro sueño, que me coge de la mano siempre que me fallan las fuerzas o que me arrebata sonrisas en los peores momentos.

Para mí, diciembre era sinónimo de esperanzas e ilusión, del inicio de un nuevo camino, de un nuevo sueño que estamos deseando cumplir. Pero ahora lo único que deseo es que mi maridín regrese a casa, en donde todos lo estamos esperando con los brazos abiertos. Esta Navidad será diferente a las demás, será especial y más mágica porque puede que sea la última que vivamos siendo solo dos. ¿Y si las próximas navidades ya tenemos a nuestro pequeñ@ con nosotros? ¡Sería maravilloso!

Quiero creer que muy pronto nuestro sueño se hará realidad, así que viviré estas fiestas con mayor intensidad.

¡Voy a comerme el 2015 con patatas!

A ti, mi amor, gracias por todo, por lo bonito que haces mi mundo aún sin proponértelo.

«Quiero ser tu piel en el invierno para que el frío en ti no pueda entrar…»

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LAS VECINAS ENTROMETIDAS

Esta tarde he vuelto a casa de mi paseo diario con mis peludetes realmente enfadada. He tenido que comerme las lágrimas todo el camino hasta llegar a casa y desahogarme a fondo para sentirme mucho mejor. Hay días que parece que los astros se confabulan contra mí y querer tener ciertos momentos de paz me sale muy caro.

Cuando salgo a pasear con mis chiquitines busco distracción, evasión y, sobre todo, tranquilidad. A veces, los problemas desaparecen mientras camino o, sencillamente, se hacen un poquitín más pequeños. Pasear me relaja, me distrae, me transporta a un lugar agradable y diferente mientras me dejo engullir por la naturaleza verde y hermosa. Son mis momentos de paz, mis momentos en los que no me dejo caer a pesar de los problemas.

Por eso me duele tanto que me los arruinen.

Hoy salí a pasear con mis peludetes como hago cada tarde. Nos lo pasamos en grande, nos encanta disfrutar del tiempo tan extrañamente bueno que estamos teniendo en pleno diciembre. Grandullón Amoroso corre hasta quedarse sin fuerzas, Muñequita Linda persigue un pequeño insecto como si le fuera la vida en ello y Saltarín Inquieto corretea sobre la hierba húmeda, ladrando con diversión. Me gustan estos momentos porque me permiten ser realmente feliz y me olvido por un momento de todo lo demás. Supongo que es demasiado pedir disponer de cierta paz y tranquilidad a lo largo del día, porque una sola persona consiguió arruinarme el día por completo.

De camino a casa, me encontré con una de mis vecinas, que decidió acompañarme hasta su casa, próxima a la mía. La idea, evidentemente, no me entusiasmó para nada, pero no me gusta ser maleducada y decidí que ni siquiera ella me fastidiaría el paseo. Me equivoqué. Mi vecina es una persona realmente pesada, insoportable y, sobre todo, muy chismosa. Siempre me está dando la brasa preguntándome cuándo voy a tener un bebé o a qué espero para ser madre, así que supongo que comprenderéis porqué no me gusta pasar tiempo con ella. Intenté quedarme atrás a propósito varias veces con la excusa de que los perros estaban muy perezosos hoy, pero ni por esas decidió hacerse el camino hacia su casa ella sola. En un momento de la conversación (monólogo más bien), no se le ocurrió una cosa mejor que preguntarme si estaba embarazada, porque había echado un poco de «tripilla». Sus palabras exactas fueron:

«- Oye, te ha salido un poco de barriguita… no estarás embarazada, ¿no? Porque tienes la forma y todo…». 

Bien, Elora, tranquila, serénate, piensa en cosas no homicidas, piensa en cosas no homicidas… Por supuesto, le dije que no estaba embarazada, que simplemente tengo unos kilitos de más (gracias SOP y banderillas, sois lo más!). Mi querida vecina no se quedó tranquila con mi respuesta, así que continuó con su monólogo:

«- Bueno, si no quieres decirlo todavía, no lo digas. ¡Si total me voy a enterar igual!».

Todo esto en un tono jocoso partiéndose el culo la tía. A estas alturas de la conversación decidí no poner lo otra mejilla y dejar de sonreír como hago siempre y me quedé en silencio, ignorándola totalmente. No quería hablar más con ella, sólo quería que se fuera y que me dejara en paz. Me estaba haciendo sentir realmente incómoda; yo sólo quería coger a mis chiquitines y apurar el paso lo máximo posible para dejarla atrás. Antes de irse y dejarme echa mierda, me dijo unas palabras que me hicieron mucho daño, tanto que todavía no comprendo cómo conseguí guardarme las lágrimas sólo para mí.

«- Hay que ver, ese bebé no quiere venir, ¿eh? Vas a tener que cambiar de marido, que se ve que no funciona. Busca otro, ya verás qué rápido te preñas».

Ole sus cojones. Ole!

De regreso a casa, me topé con una vecina que está embarazada (WTF!?! ¿El universo se está riendo de mí o qué demonios pasa?) y con tono despreocupado me dijo desde el balcón que me tenía que animar a tener un bebé, que ya me va tocando. No recuerdo exactamente qué le contesté porque yo sólo quería irme para mi casa. Aguanté todo el camino como pude pero en cuanto cerré la puerta y me encontré resguardada por la protección de mi hogar, dejé salir todo lo que llevaba dentro. Y lloré. Lloré tanto que Grandullón Amoroso vino a sentarse a mi lado y apoyó su cabeza en mi regazo, mirándome con preocupación. Y no tardó en acompañarme también Muñequita Linda, que meneaba el rabo de un lado a otro mientras me golpeaba con el hocico para que la acariciase; se quedó sentadita a mi lado, dejándose achuchar.

Me he quedado echa mierda porque me estoy esforzando en practicar ejercicio cada día para intentar perder unos cuantos kilillos y empezar la FIV en las mejores condiciones, pero debido a mi SOP no me resulta tan sencillo adelgazar. Adelgazo, sí, pero a un ritmo mucho más lento y tengo que ser muy constante con el ejercicio y no descuidar mi alimentación. Y va la desconsiderada y me dice que he engordado, que he echado barriga y todo! Sé que ella no sabe nada de lo mío, pero hoy me apetece quejarme. Además, estoy harta de que me pregunte si ya me he quedado embarazada o no, o de que dé por hecho que mi marido no «funciona» porque no me ha «preñado». ¿Qué coño sabrá ella de nuestros problemas o de lo que estamos viviendo? Es una auténtica bocazas que tiene la sensibilidad en el culo, así de claro os lo digo. Me molesta que hable con esa libertad de mi marido, haciendo tanto daño con sus palabras.

Estoy cansada de la gente entrometida y chismosa que se cree con el derecho de meterse en mi vida como si fuera la suya propia. Vivir en un pueblo pequeño es lo que tiene, todo el mundo se conoce y se creen que por eso ya pueden entrometerse en cualquier cosa.

En fin, enseguida se me pasará, pero vaya mal rato que me ha hecho pasar, madre mía…

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REFLEXIONES EN UN DÍA LLUVIOSO

Cuando llueve, mi estado de ánimo cambia y progresa al ritmo que marca la lluvia caprichosa. Estoy acostumbrada a la lluvia y me encanta, especialmente durante las noches, mientras estoy metida en la cama con Rubio quedándome profundamente dormida; pero hay momentos en los que mi estado de ánimo es realmente penoso y la lluvia sólo interviene para deteriorarlo.

Y es entonces cuando me doy cuenta de que llevo demasiado tiempo observando a través de la ventana en silencio, con la mirada perdida mientras la espesa bruma desciende montaña abajo. Entonces meneo la cabeza de un lado a otro, reprendiéndome y obligándome a regresar al mundo real mientras me aparto de la ventana.

La infertilidad ha aportado a mi vida un auténtico carrusel de emociones que todavía no he aprendido a controlar del todo, a pesar de que lo intento con todas mis fuerzas. Últimamente me ha dado por pensar en Rubio, en cómo se esfuerza por arrancarme una sonrisa siempre que puede, en cómo finge restarle importancia a las cosas para que yo no me preocupe más de la cuenta, en cómo se interesa por todo lo que yo hago para ayudarme y distraerme, en cómo siempre está dispuesto a unirse a mis locuras y en cómo finge que no sufre para que yo no sufra más. Y entonces pienso en las veces que he llorado a lágrima viva abrazada a él, maldiciendo nuestra mala suerte y preguntándole una y otra vez por qué nos tenía que pasar esto. Él se limita a abrazarme con más fuerza, reprime sus lágrimas todo lo posible y limpia las mías mientras me repite una y otra vez que las cosas acabarán saliendo bien, que muy pronto estaremos con nuestro bebé.

Siento en el alma si lo he hecho cargar con demasiado peso debido a mis múltiples bajones desde que entramos en el mundo de la reproducción asistida, siento de todo corazón no haber limpiado sus lágrimas más a menudo y acostumbrarme a que él limpie las mías. A veces hecho la vista atrás y me doy cuenta de todo el camino que hemos recorrido para encontrarnos en el punto en el que estamos ahora, de lo mucho que hemos superado, de los obstáculos que hemos salvado, de lo mucho que hemos luchado. Y sé que no estaríamos en este punto si Rubio no hubiese tirado de mí en múltiples ocasiones, si él no hubiese sido el fuerte de los dos, el que es capaz de soportar más peso a su espalda.

Y de la misma forma que sé todas estas cosas, también sé que últimamente está dolido, tal vez enfadado con el mundo, como lo he estado yo tantas veces a lo largo de este camino. Dolido porque nuestro sueño de ser padres se nos resiste, dolido porque todo el mundo a nuestro alrededor lo consigue sin problemas, dolido porque nos ha tocado vivir esto y no una situación más sencilla y fácil de llevar. Y supongo que también está cansado de ser fuerte y no flaquear nunca, de no venirse abajo para que yo no me caiga con él. Y entonces le miro y esos ojos de color miel plagados de pestañas infinitas me dicen que lo intentará de mil y una maneras hasta lograrlo, que lo imposible sólo tarda un poco más y que si las cosas no han salido bien es porque todavía no ha llegado nuestro final feliz, pero llegará. Y yo creo a sus ojos, siempre sinceros y brillantes, y le creo a él, siempre dispuesto a luchar un poquito más.

La infertilidad nos quita muchas cosas, pero también nos enseña a valorar más a las personas que tenemos a nuestro lado y con las que hemos decidido compartir nuestras vidas. Cuando veo a Rubio interesándose por todo lo que me han dicho en la consulta, pidiéndome que no me deje ningún detalle atrás, pidiéndome que le explique otra vez los pasos a seguir de la FIV, preguntándome por mis chicas de la #infertilpandy o haciendo horas extra para que no nos falte de nada y poder pagar el tratamiento sin morirnos ahogados a final de mes…, siento que no podría haber encontrado a una persona mejor con la que compartir mi vida, porque él nunca defrauda y siempre me empuja a continuar.

Odio la infertilidad con toda mi alma, de todo corazón daría todo lo que tengo por cambiar nuestra situación y no tener problemas para tener hijos, pero lamentándome no encontraré soluciones. Quiero creer que cuando mi sueño se haga realidad, apreciaré la maternidad de otra forma y me sentiré profundamente orgullosa de todo el camino que hemos recorrido para tener a ese bebé a nuestro lado.

Ahora que estamos a punto de finalizar el año, que sólo un mes y unos días nos separan de un 2015 lleno de ilusiones y esperanzas, hago balance de este año y me doy cuenta de que, a pesar de que he vivido unos momentos horribles con mis dos IAs negativas y los quistes residuales que no me dejaban en paz, o el mal rato que me han hecho pasar algunas personas con sus comentarios acerca de porqué todavía no tengo hijos, a pesar de todo eso he crecido y mejorado como persona, me he vuelto mucho más selectiva con la gente que me rodea y he aprendido a valorar muchísimo más lo que tengo.

Tengo unos Super Papás geniales que me apoyan en este camino. Tengo al hombre de mi vida a mi lado, demostrándome cada día que el amor todo lo cura. Tengo una familia estupenda, que siempre está dispuesta a acompañarme a todas mis consultas en la clínica. Tengo un apoyo incondicional gracias a la #infertilpandy, las únicas que no me han hecho sentir sola en este camino. Y tengo muchas ganas de luchar por mis sueños, de verlos cumplidos y que crezcan a mi lado.

Hoy este post también está dedicado a vuestros chicos o maridos… porque ellos se lo merecen todo y más. Por todas las veces que han limpiado nuestras lágrimas tragándose las suyas. Sois la fuerza que nos mantiene en pie!

Y después de la lluvia incesante y agotadora, veo salir el arco iris y respiro profundamente, cogiendo fuerzas para un nuevo asalto.

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HAY UNA EXTRAÑA EN MÍ

A veces creo que no me reconozco. A veces sospecho que hay una extraña conviviendo en mi interior que desbarajusta mis pensamientos y mis ideas más profundas. Porque a veces, en la gran mayoría de las ocasiones, me siento cambiada, distorsionada, modificada en contra de mi voluntad. Siento que ya no soy la misma y, echando la vista hacia atrás, he llegado a reconocer que me costará mucho esfuerzo ser la persona que era antes: despreocupada, ingenua, soñadora… incluso más feliz, menos triste.

Estos últimos días (o semanas) no han sido fáciles para mí. En el fondo de mi ser, sabía que me pasaría factura el no haber derramado ni una sola lágrima después de mi segundo negativo. Soy una persona muy emocional, me cuesta horrores controlarme y cuando tristemente comprendí que no llegaría a la beta, fui incapaz de llorar. Ni una sola puñetera lágrima. Ese día me transformé en una persona fría como el hielo, distante, cubriéndome de una capa de indiferencia que consiguió hacerme sentir que el dolor no era mío, que la situación no iba conmigo, que todo el asunto de la infertilidad me resbalaba completamente. ¿Otro negativo? Bah, qué más da. ¿Todas mis ilusiones al cubo de la basura? ¡Pues que se vayan! ¿Y qué vas a hacer ahora, bonita, vas a llorar hasta quedarte sin lágrimas? Que le jodan, ni siquiera me apetece venirme abajo.

Al menos, eso pensaba yo. Los días posteriores al negativo los viví como si no hubiera pasado nada. No me apetecía pensar en el tema, lo último que me apetecía era trazar un nuevo plan de ataque. Qué más da. Y conforme han pasado los días, una sensación muy incómoda se ha ido instalando dentro de mí. Una sensación de miedo brutal, de desazón, de dolor inmenso por lo que pueda pasar. Tengo que reconocer que la ilusión con la que comencé la búsqueda de mi bebé ha desaparecido en cierta medida. Yo empecé esta dulce búsqueda pensando que las cosas serían mucho más fáciles, que sería cuestión de tiempo que nuestro pequeño llegase a nosotros; sin embargo, dos años después, la sensación que describe esta situación es totalmente amarga.

Aunque me duela, tengo que reconocer que el segundo negativo me ha hecho mucho más daño que el primero. En mi primera IA negativa lloré hasta quedarme sin fuerzas, descargué toda mi impotencia y mi dolor en cada lágrima derramada y pasados unos días, el dolor se fue mitigando hasta convertirse en una espinita clavada en mi corazón malherido. Pero esta vez ha sido diferente, el cuerpo no me pedía desahogarme, me exigía quedarme como estaba sin mostrar reacciones. Ese muro que he levantado torpemente para protegerme me ha pasado factura porque desde entonces arrastro una losa incómoda y pesada que me acompaña en mi día a día sin poder evitarlo. Y cuando menos me lo esperaba, cuando creía que ya no pasaría, me he encontrado llorando en la soledad de mi cuarto, mirando a través de la ventana caer la lluvia mientras la niebla bajaba lentamente desde la parte más alta de las montañas. Y así, en silencio, admirando la belleza de mi alrededor, yo me descomponía en lágrimas llenas de dolor, frustración e impotencia. La peor de las lágrimas.

He explotado. Demasiado tiempo reteniendo en mi interior sentimientos que se me atragantaban en la garganta. Demasiado tiempo soportando un dolor incomprensible en mi pecho. Demasiado tiempo fingiendo ser alguien que no soy, engañándome a mí misma de que el segundo negativo tampoco dolía tanto.

Y del mismo modo que sé que no me encuentro en el mejor de mis momentos, sé que resurgiré de mis cenizas para afrontar un nuevo proceso con la mejor de mis sonrisas. A pesar de las circunstancias hay que ser positivos y enfrentar los miedos. No es fácil, pero voy a intentarlo. Quiero intentarlo.

Tengo muchas esperanzas depositadas en nuestra inminente FIV, puede que sea la solución idónea para nosotros y por fin podamos sentir que esta pesadilla ha llegado a su fin. De todas formas, prefiero ser precavida y dar pequeños pasos; decidida pero con los pies en la tierra.

Y, algún día, puede que todo esto sólo sea un recuerdo de la lucha más intensa de toda mi vida.

Seguiremos intentándolo volcando nuestra ilusión en cada intento porque creo firmemente que ese bebé cada vez está más cerca de nosotros. Te esperamos, mi cielo, no puedes imaginarte con cuánto anhelo.

Duerme, duerme, aquí estaré,

las nubes serán tu colchón.

Que ni el viento ni la brisa te dejen

de acariciar, pues tú eres mi DON.

Duerme, duerme…

Te quiero, tesoro. De un modo que hasta duele.

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LA INFERTILIDAD Y YO

Siempre he sido una soñadora. Sí, soy de esas personas que sueña despierta constantemente. Bueno, en realidad, lo era. Uno de los aspectos que la infertilidad ha cambiado en mí es mi espíritu soñador. Lo sigo teniendo, pero en menor medida. Sueño y sueño que mi deseo se haga realidad, pero me he dado cuenta de que esto no es coser y cantar, no es llegar y salir victoriosa; esto es mucho más: incertidumbre, miedo, dudas, lágrimas…

Me gusta poner la música a todo volumen cuando estoy sola en casa y cantar hasta quedarme sin voz. Siempre hago reír a mis amigas, ellas se lo pasan pipa conmigo. Me chifla pasar tiempo con mis peludetes, ellos son mi vida entera! Les hablo como si pudieran entenderme y me muero de risa cada vez que hacen algo gracioso (que suele ser muy a menudo!). Me encanta salir a cenar fuera con mi marido, pasar tiempo con él y reírnos a carcajadas hasta que me duele el estómago. Esa, en esencia, soy yo. Esos días soy yo, la de siempre, la chica soñadora que habla con sus perros y se ríe por cualquier cosa. Y, otros días, ni siquiera me reconozco.

A ratos creo que no soy la misma, que he cambiado. Hay días en los que me siento absolutamente perdida y aterrada, buscando la salida de un problema que no sé si tiene un final feliz. Lucho contra algo que jamás imaginé que me pasaría. La infertilidad ha trastocado tanto mis planes que me encuentro a la deriva, desorientada y terriblemente asustada. Creo que siempre he sabido que quería ser madre, había algo en mi interior que me decía que eso era para mí, que me encontraría como pez en el agua entre pañales, noches sin dormir y un bebé en mis brazos. Supe, desde muy pronto, que ser mamá lo sería todo para mí y ahora me encuentro aterrorizada por si nunca lo consigo.

Rubio no lo tenía tan claro como yo. Sí, él quería ser padre, pero no tenía tanta prisa como yo. A medida que fueron pasando los años, vi ese cambio que se estaba gestando en él: jugaba con los niños, les escuchaba, les hablaba, se lo pasaba en grande con ellos. Y supe que él también se moría por ser papá. Y su deseo es tan grande, su ilusión es tan gigantesca, que cada noche me acuesto con el dolor de saber que, por ahora, no puedo darle lo que tanto desea. Y esa es la puñetera verdad: nuestro bebé no llega y yo le veo sufrir. Sufre por mí, sufre por nosotros, sufre porque no siempre puede detener mis lágrimas, sufre por lo que nos está pasando y no lo puede solucionar.

La infertilidad es una mierda, de las grandes y de las gordas. Modifica todos los aspectos de tu vida, dejándote dolorida y asustada como no lo habías estado jamás. Antes me encantaba tener a los bebés en mis brazos, era una de esas locas que siempre ponía caras graciosas a los niños cuando no miraban sus madres. Ahora intento no hacer esas cosas. No me malinterpretéis, de verdad, no soy una persona maligna y despreciable. Simplemente no me gusta sufrir. Me duele en el alma ver lo que yo no puedo tener, de modo que intento pasar el menor tiempo posible rodeada de niños por mi bien. Es como una coraza, un muro que he levantado a mi alrededor para protegerme y no sufrir más de la cuenta. Por alguna extraña razón, a los niños les encanta pasar tiempo conmigo y aunque no puedo evitar mirarles con una ternura desmedida y un cariño infinitos, siempre siento un pinchacito en mi corazón que me advierte de que me ponga en guardia, de que no haga desaparecer mi coraza con tanta rapidez.

No poder ser mamá es lo peor que me ha pasado jamás. Lucho contra algo que no sé si podré derrotar algún día. Muchas veces me pregunto: ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Por qué nosotros?, pero esas preguntas nunca tienen respuesta. Es algo que me ha tocado vivir y punto, no puedo darle muchas vueltas.

Las dos IA negativas a las que me he sometido me han hecho mucho daño. Deposité en ellas todas mis ilusiones, todos mi sueños, mis deseos más profundos… y los de Rubio también. Pero la infertilidad se ha encargado de ponerme los pies en la tierra, de hacerme ver que esto no es tan fácil como yo me pensaba. Y ahora, descontando el tiempo para comenzar la FIV, siento que estoy muy asustada. ¿Funcionará? ¿Se cumplirá mi sueño por fin?

Sé que con Rubio a mi lado puedo hacer frente a cualquier cosa, pero no me gustaría quedarme sin fuerzas antes de llegar al final. No voy a rendirme hasta tener a ese bebé entre mis brazos, lucharé lo que sea necesario y aunque todo sea tan difícil no dejaré de pensar que algún día lo conseguiremos.

No dejaré de buscar ese bebé tan especial porque sé que a su lado está nuestra felicidad más absoluta.

Te esperamos, mi cielo.

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