Archivo mensual: junio 2014

NI BUENO NI MALO

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Esta mañana he vuelto a La fábrica de sueños para realizarme la siguiente ecografía de control y comprobar el estado del folículo del demonio que ha decidido quedarse conmigo a toda costa. Tal y como sospechaba, el puñetero quiste no ha desaparecido ni empequeñecido; el muy cabrito parecía sonreírme con suficiencia y arrogancia desde la pantallita, burlándose de mí.

He de reconocer que me he llevado un chasco enorme. Confiaba en que hubiese desaparecido, que pudiese comenzar la IA sin ningún tipo de lastre pero, al parecer, eso no puede ser. De todas formas, el gine me ha dicho que no demoraremos el proceso más tiempo y que en mi próxima regla comenzaremos el tratamiento. Debería alegrarme con la noticia, es lo que estaba deseando oír desde hace varias semanas pero, en cambio, me siento apática, rara, extraña. No siento nada. Ni calma ni desasosiego. Nada. Me encuentro indiferente con la noticia y desconozco del todo las razones.

Supongo que no confío demasiado en la IA. Supongo que todo se reduce a que cada día aparece algo nuevo que ralentiza este proceso. Supongo que hoy mi mente necesita descansar. Últimamente, el tiempo ha pasado muy despacio. Incluso demasiado. Los días se hacían eternos, monótonos, iguales, sin novedad. Me gustaría confiar ciegamente en nuestro tratamiento, pero me da miedo que la IA no sea nuestra solución. Ojalá me equivoque, pero si no fuera así, estoy segura de que Rubio y yo nos iríamos a una FIV de cabeza con toda la ilusión del mundo, deseando cumplir nuestro sueño. Y cuando conozcamos a nuestra Pequeña Canica por fin, mi alma se sentirá increíblemente completa.

Son muchos sentimientos los causantes de que sienta que estoy atrapada en el tiempo. Supongo que el fondo estoy cansada, harta y dolida con la infertilidad. Sí, porque me duele la infertilidad. Es un peso excesivo que, en contadas ocasiones, consigue detenerme y paralizarme. Tal y como me ha ocurrido ahora. Supongo que este viaje hacia la maternidad se ha alargado demasiado. Más de dos años de negativos, de continuas esperanzas tiradas a la basura, de ilusiones rotas, de lágrimas imposibles de detener, de gargantas rotas por los sollozos, de tocar fondo y volver a intentarlo otra vez. Sí, me pesa la infertilidad. Me duele. Me destroza. Y aunque intento sacar siempre el lado positivo de las cosas, a veces no puedo. Este camino se ha alargado demasiado y no ha hecho más que empezar. Sé que tengo que ser fuerte para sobrellevar todo este proceso, pero hay días que sólo me apetece maldecir y enfadarme con el mundo. Que sí, sé que no me ayuda en nada, pero me apetece, qué leches. Y ahora que empieza lo verdaderamente serio, que nos hemos metido de cabeza en un tratamiento de reproducción asistida, los miedos revolotean en mi cabeza. No quiero perderme a mí misma en esta búsqueda. No quiero adentrarme en un laberinto de tratamientos fallidos que sólo me aporten tristeza y malos momentos. No quiero obsesionarme con la idea de ser mamá y ser infeliz por no conseguirlo. No quiero olvidarme de todo lo que me rodea, no quiero no disfrutar de mi vida por estar demasiado cegada en una idea. Encontrar el equilibrio es algo básico en este proceso. Y yo espero encontrarlo muy pronto.

Supongo que hoy me encuentro tan extrañamente extraña porque, volviendo de la clínica, me puse a revisar mi lista de contactos de WhatsApp por puro aburrimiento y lo que destacaba por encima de todo eran las fotos de bebés y barrigas de embarazadas. Gente que lo ha conseguido sin esfuerzo, sin saber lo mucho que cuesta, lo mucho que duele cuando no lo consigues. Y yo veo mi sueño todavía muy lejano y no puedo evitar entristecerme. Estoy segura de que en unos días estaré mejor y que esto no es más que un bajón pasajero que todas experimentamos a lo largo del camino, así que prometo escribir mucho más positiva mi próxima entrada.

Me duele mi estado de ánimo extraño más que a nadie, de modo que haré todo lo posible por reponerme. En el fondo, sé que también me afecta que Rubio se haya tenido que ir a trabajar fuera durante dos semanas. No poder compartir esto con él me ha dolido más de lo que yo creía porque él siempre consigue arrancarme una sonrisa a pesar de mi lamentable estado de ánimo. Esta vez se me ha juntado un cóctel de sentimientos que finalmente ha decidido explotar por su cuenta. Soy una persona que se guarda las cosas y eso me ha pasado factura. Fingir que todo va bien delante de los demás es demasiado agotador.

A pesar de todo, no pierdo la sonrisa. Algo muy bueno tiene que estar esperándome cuando acabe todo esto.

«Al final todo va a salir bien. Y si no ha salido bien, es que todavía no es el final».

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SIGO REFLEXIONANDO

En mi última entrada, os hablaba de los sentimientos que he experimentado como infértil a lo largo de todo este camino que todavía no se ha acabado. Esta vez me gustaría hablaros de un sentimiento extraño, confuso, un sentimiento que me ha hecho sentir como una persona horrible en más de una ocasión.

El dolor que sientes por dentro cuando te enteras de un embarazo de una persona muy cercana. Algo se te desgarra por dentro, tienes ganas de llorar de rabia, pero sonríes y actúas lo mejor que puedes. Ese sentimiento me ha hecho sentir una mala persona, alguien despreciable, y me ha costado muchísimo aceptarlo y comprender qué estaba pasando en mi cabeza.

Hace unas semanas me enteré de que un amigo íntimo sería papá en diciembre. Y hace tan solo unos días, me envió las ecografías de su bebé. Y algo se me rompió por dentro. Un dolor profundo, una presión en el pecho imposible de ignorar, una angustia que no supe controlar. ¿Cómo explicar que me alegro por él pero una parte de mí se siente dolida con la noticia? ¿Cómo explicar que me encantaría estar en su lugar, ser yo la que enviara las ecografías de mi bebé, que lo daría todo por cambiarme por él? ¿Cómo explicar que yo lo intento con todas mis fuerzas y no puedo tenerlo? ¿Cómo explicar que mi mayor sueño es ser mamá y que apenas rozo ese deseo con los dedos? ¿Cómo explicar que no me alegro tanto como a él le gustaría? ¿Cómo explicar todos esos sentimientos locos y contradictorios que pululan por mi mente levantándome dolor de cabeza? ¿Cómo explicar el viaje que he emprendido sin saber cómo acabará? ¿Cómo explicar…? Y es entonces cuando pienso si algún día lo conseguiré. Si todo este dolor y esfuerzo valdrán la pena. Si esta historia tendrá un final feliz para mí.

Demasiadas preguntas. Demasiados sentimientos. Demasiado todo. Cuando vi aquellas dos ecografías por primera vez, un cosquilleo extraño recorrió mi estómago. Ese bebé, esa preciosa forma en la oscuridad de la pantalla, es todo cuanto yo deseo. Pero no puedo. No puedo y eso me destroza por dentro. Me quedé demasiado tiempo viendo aquellas fotos, dolida de que algo tan sencillo para los demás, a mí me esté costando tanto. Porque esa preciosa forma en la oscuridad de la pantalla sería mi felicidad más absoluta. Y aunque quiero, aunque lo deseo con toda mi alma, parece que eso no es suficiente.

Supongo que da igual todas las veces que repita que deseo ser mamá. Supongo que resulta indiferente saber que me muero por crear vida en mi interior. Todo eso da igual porque, por ahora, mi sueño no va a cumplirse. Pero es así. Es una realidad. Un deseo profundo en el interior de mi alma. Quiero ser mamá! Quiero ilusionarme con mi primera ecografía, quiero sentir a mi bebé dentro de mí mientras me patea las costillas, quiero preparar con amor y mimo sus cosas, quiero sentirme abrumada por los sentimientos tan fuertes que me hará sentir incluso antes de conocerlo. Quiero que me cambie la vida, que inunde mi casa de risas, que haga sentir plena mi alma.

Y me duele, me duele tantísimo que todo sea tan complicado. Bebé, mamá no dejará de buscarte nunca, aunque le fallen las fuerzas. A mamá le gustaría ser más fuerte, no dejarse llevar tanto por las emociones, pero no puede. Ha llorado mucho por no haberte podido conocer todavía, quizás demasiado. Pero, créeme, mamá sabe que todas sus lágrimas algún día serán recompensadas. Porque cuando te tenga entre sus brazos, bebé, el alma de mamá se llenará de luz. Una luz que sólo proyectarás tú.

Mamá te quiere con todo su corazón; algún día podrá demostrártelo con achuchones y abrazos a todas horas. Ese día, mi Pequeña Canica, sabrás lo que es el amor incondicional de mamá! Pero nunca olvides que ya te quiere como si ya estuvieses aquí. Le pareces absolutamente perfecto incluso antes de conocerte! Son cosas de mamis, algún día lo comprenderás.

La infertilidad te hace experimentar emociones que creías no tener. Sentir un extraño dolor cuando te enteras de un embarazo muy cercano es uno de los nuevos sentimientos que yo he experimentado, y de los que más me desagradan. No me malinterpretéis, me alegro muchísimo por mi amigo, pero me duele que las cosas no sean tan sencillas para mí. A veces, fingir que estás bien y sonreír cuando te desmoronas por dentro es demasiado difícil.

Esta entrada he querido completarla con una canción que hoy en día me provoca un nudo en la garganta cada vez que la escucho. A pesar de no pertenecer a mi estilo de música, me ha maravillado tanto que no podía darle de lado mientras os abría mi corazón contándoos todo lo que he experimentado desde hace unos días. Esta canción tiene un significado especial para mí porque cada vez que cojo el tren para ir a la clínica, la escucho en alguna parte del camino. Cada vez que tengo cita en La fábrica de sueños, suena esta canción. Ya sea en el coche de camino a la estación, o en la radio de algún coche que pasa cerca de mí por la calle o en la cafetería en la que paro a tomar el desayuno.

Y cada vez que la escucho, se me pone un nudo en la garganta imposible de tragar. La letra es preciosa, transmite mucho sentimiento con cada una de sus palabras. Cuando la escuché por primera vez, fue Rubio quien vino de repente a mi mente. Porque todo de mí ama todo lo de él. Porque sin él este viaje incierto no tendría sentido. Porque él siempre me da todo de él sin esperar nada a cambio, me impulsa a continuar porque sabe que la recompensa valdrá mucho la pena. Porque él es mi principio, pero sobre todo mi final.

Mi vida, si algún día lees esto, sólo quiero agradecerte todo lo que me das cada día. Serás un padre increíble!

Y a ti, mi bebé, no dejes de esperarme porque muy pronto te encontraré. Ten fe, mamá es muy cabezota cuando se lo propone!

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19 junio, 2014 · 19:07

REFLEXIONES DE UNA INFÉRTIL

Desde hace algún tiempo, he estado dándole vueltas al asunto de los sentimientos que experimenta toda mujer infértil a lo largo del largo proceso de diagnósticos, tratamientos, consultas, miedos e incertezas. La infertilidad, no nos engañemos, no tiene cosas buenas. Sí, puedes obtener más paciencia, valentía y fortaleza, aprendes a valorar las pequeñas cosas y das importancia a cosas que antes no las tenían, pero todo ello es consecuencia del mal momento que estás viviendo. Para mí, el peor sentimiento que me ha otorgado la infertilidad es la soledad. Te sientes sola, aislada e incomprendida porque nadie entiende tu dolor. La soledad es un sentimiento terrible que te devasta por dentro, alcanzando cada rinconcito de tu corazón, haciéndolo pedazos.

He llorado demasiadas veces en la soledad y el silencio de mi cuarto, aprovechando que Rubio estaba trabajando y así no se percataría de mis ojos hinchados y llorosos llenos de dolor. He llorado demasiadas veces en soledad para así ahorrarle a Rubio un trago amargo que soportar tras un día duro de trabajo. Porque él se ha tragado sus lágrimas para limpiar las mías, ha fingido sonrisas para evitar mi preocupación, ha sacado la fuerza suficiente para tirar de los dos en este largo camino, ha fingido demasiado tiempo sus «Estoy bien» como para que resulten creíbles. Y, ahora, que siento que el tiempo se ha detenido cruelmente a mi alrededor, lo último que deseo es cargarle con más peso del necesario.

Llega un momento en que la rabia te domina en contra de tu voluntad. No comprendes qué es lo que pasa, porqué te tiene que pasar a ti, porqué tú eres diferente, porqué no puedes cumplir tu sueño, porqué no puedes ser mamá si es lo que más anhelas en el mundo. Y sientes rabia de lo que te está ocurriendo, rabia de que tu sueño se aleje cada vez más, rabia de que todas las mujeres de tu alrededor lo consigan sin esfuerzo. Y te sientes un bicho raro, diferente, incomprendida y enfadada con el mundo. Sí, porque enfadarse con el mundo es un sentimiento más que experimenta una infértil. Te enfadas, pataleas y maldices, dolida de que algo tan extrañamente sencillo para las demás, para ti suponga todo un desafío a tu paciencia, perseverancia y cuenta bancaria.

Otras personas quieren un coche nuevo, un trabajo mejor, unas vacaciones. Tú sólo quieres ser mamá. Todo lo demás es secundario, carece de importancia. Y quieres ser mamá porque sabes que te sentirás tan condenadamente completa y realizada, que no ves el momento de que te ocurra a ti.

La infertilidad es dolorosa, muy dolorosa. Se sufre muchísimo, a veces incluso más de lo que creías soportar. En muchas ocasiones, nos da vergüenza hablar de ella, parece que hemos hecho algo malo, nos sentimos extrañamente juzgadas, y nada más lejos de la realidad. La infertilidad es una cuestión de azar, te señala con el dedo aleatoriamente y resultas elegida para uno de los momentos más duros de toda tu vida. La infertilidad sigue siendo un tabú en nuestra sociedad, en nuestro círculos de amigos, en nuestra familia, en nuestro trabajo. Hay muchos prejuicios respecto a ella, la gente opina sin saber, haciéndote daño con sus ignorantes palabras. A mí, como infértil, en ocasiones me ha dado vergüenza decir el problema que tengo. Me da vergüenza decir que tengo una amplia experiencia en médicos, que estoy cansada de que me quiten sangre para las analíticas, que he perdido el pudor a que me vea un ginecólogo diferente cada vez, que he experimentado el mal rato que se pasa esperando a que te recojan una muestra de semen en el laboratorio del hospital. Me da vergüenza admitir que he llorado demasiadas veces, que me he roto por dentro tantas veces que ya he perdido la cuenta. Me da vergüenza decir que soy infértil, que no puedo ser mamá, que no puedo tener hijos, porque me da mucho miedo la respuesta de la otra persona que está escuchando. Porque a veces tienes que aguantar tantas tonterías que lo único que te apetece es darte media vuelta y marcharte de allí, dejando a la otra persona con la palabra en la boca.

Aunque yo he decidido decírselo a muy poca gente, tengo que soportar igualmente a la vecina pesada que no para de preguntar que a qué estoy esperando, que ahora que estoy casada es el momento de tener bebés, que yo para cuándo, que medio pueblo está embarazado y yo porqué no… Y así todos los días. Día tras día tienes a alguien recordándote que tú no puedes tener un bebé. Ya sea una conocida, una vecina o una amiga, sabes que el cualquier momento van a hacerte esa pregunta tan odiosa: ¿Y tú para cuándo? Y lo único que se te pasa por la cabeza en ese momento es que lo estás intentando, que te mueres por ser mamá, pero que no puedes. No puedes ser madre y es lo más doloroso que has experimentado en tu vida jamás.

He escuchado demasiadas veces el dichoso «Es que estás obsesionada», «Todo está en tu cabeza», «Cuando te relajes, te quedarás embarazada», y cada maldita vez que lo dicen de nuevo, me sigue pareciendo la gilipollez más grande que sale de sus bocas. Yo soy de las que piensa que si no tienes nada bueno que decir, mejor cállate. Si no sabes cómo animarme, no me digas nada. No lo estropees con un estúpido comentario que he escuchado demasiadas veces. Tanto si dices que eres infértil y tienes un problema como si decides no decirlo, tienes que aguantar opiniones duras carentes de tacto y empatía que hacen muchísimo daño. La gente no tiene ni idea de lo duro que es un tratamiento de fertilidad o vivir en primera persona los problemas que ocasiona la infertilidad.

Sólo puedo agradecer eternamente tener a Rubio a mi lado, porque él no necesita rellenar los silencios con palabras estúpidas o aplacar mis lloreras con comentarios tontos que no vienen a cuento. Él se queda junto a mí, me abraza con fuerza y deja que me desahogue, esperando en silencio que mis lágrimas dejen de brotar. Y eso no tiene precio. No hay nada comparable a la sensación de que pase lo que pase, él estará ahí para mí. Porque incluso perdiendo, estoy ganando teniéndolo a mi lado. Rubio merece cumplir su sueño y cada día me duele más que todo esto se haya puesto tan complicado para nosotros. Que me hayan dicho que no podré ser madre de manera natural y que sería un milagro que lo consiguiese de esa forma me ha dolido más de lo que yo pensaba. Sí, he aceptado que necesito recurrir a la reproducción asistida, pero no por ello resulta menos doloroso.

Y a ti, mi bebé, sólo quiero que sepas que mamá te está buscando, que está deseando que aparezcas para cambiar su vida y que no dejará de buscarte, aún incluso cuando las fuerzas fallen. Porque algún día te tendré entre mis brazos, mi chiquitín, y podré imaginarme por fin cuánto te querré.

P.D.: He vuelto a la clínica y el folículo persistente todavía no ha desaparecido. Me han recetado la píldora anticonceptiva durante quince días y si así tampoco desaparece, continuaré con la píldora y la IA quedará pospuesta. Espero daros buenas noticias muy pronto! Cruzad los dedos!

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ALGO INESPERADO (II)

Finalmente, las predicciones de mi gine se cumplieron y, tal y como me había afirmado, la de Rojo hizo su aparición esa misma noche. A la mañana siguiente, llamé a la clínica para contarles que el Utrogestan había hecho su función, ¡por fin! Me dieron cita unos días después para realizarme una ecografía y darme las pautas para comenzar a pincharme Fostipur.

Aquella mañana amenazaba lluviosa. El cielo, en un tono gris plomizo, parecía advertirme de los acontecimientos. Un grupo de nubes oscuras avanzaba lenta y pausadamente sobre mi cabeza mientras me dirigía a la estación para coger el tren. Ya de camino, comenzó a llover. Al principio no era más que una lluvia fina y molesta fácilmente ignorada con la ayuda de un paraguas, pero más tarde se transformó en algo tan intenso y descomunal que llegó a paralizar el movimiento de la ciudad. Todos corríamos espantados con nuestros paraguas a cobijarnos bajo algún edificio o parada de autobús, apiñados y prácticamente sin espacio para nadie más. Para cuando llegué a la clínica, estaba empapada. No puedo explicar porqué, pero tenía un nudo en la garganta casi imposible de tragar, tenía la horrible sensación de que nuestros planes se verían modificados una vez más. Ya os había dicho que soy medio bruja, ¿verdad? Porque no me equivoqué.

Mientras el doctor me realizaba la ecografía, encontró el folículo persistente del que me había hablado mi gine en su consulta hacía unos días. Puso mala cara y soltó un «Uy!» por lo bajo que me hizo temblar hasta los huesos. Escuché cómo le decía a la enfermera «quince» mientras hacía unas mediciones y, después de mirar y requetemirar la pantallita, me dijo que podía vestirme. Cuando regresé junto a él, comenzó a explicarme que con ese quiste tan inoportuno, no podía empezar a pincharme. «Todavía no es el momento, no podemos arriesgarnos» me dijo con franqueza. «Dejaremos pasar todo el fin de semana y veremos qué tal estás el lunes. Dependiendo del resultado, decidiremos qué hacer».

He de reconocer que salí de la consulta muy desanimada. Otra piedra en el camino. Otra pausa más. Otro aplazamiento. Esto parece no acabar jamás, pensé. El tiempo es muy caprichoso durante los procesos de reproducción asistida y se transforma en un cruel dictador lento y pausado, otorgándole más horas a cada día, ralentizándolo todo a tu alrededor.

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Ha sido un fin de semana muy entretenido rodeada de amigos y familia y, pese a ello, el fantasma de la duda y el miedo no me ha abandonado en ningún momento. He intentado no pensar demasiado en el tema pero en mis momentos de soledad, en los minutos previos a quedarme dormida en la cama, inevitablemente ha venido a mi cabeza la idea de que no habrá ningún cambio, de que ese quiste molesto e inoportuno continuará riéndose de mí en la próxima ecografía de mañana. Supongo que si mis vaticinios se cumplen (y se cumplirán, en serio, creo que podría vivir de mi don de profetizar contratiempos), me recetarán la píldora anticonceptiva durante un mes para que el quiste desaparezca del todo y así poder empezar sin ningún tipo de lastre.

He de reconocer que no me preocupa demasiado que nuestros planes se detengan durante todo un mes. Una vez que te has acostumbrado a esperar y has desarrollado una inexplicable paciencia que antes no tenías, treinta días no son nada. ¿Qué son treinta días comparados con todo lo que ya has esperado? ¿Con todo lo que has pasado? Nada, absolutamente nada.

Tan sólo espero que mi paciencia recién descubierta no me la juegue y me permita esperar sin darle demasiadas vueltas al tema. Sé que en algún momento podremos empezar y será entonces cuando sienta que todo este camino va hacia alguna parte.

Mañana vuelvo a la clínica y espero tener buenas noticias!

Mi Canica, no puedes imaginarte las ganas que tengo de que aparezcas por fin!

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NO TE RINDAS

No te rindas, aún estás a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras,

enterrar tus miedos,

liberar el lastre,

retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros,

y destapar el cielo.

No te rindas, por favor, no cedas,

aunque el frío queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda,

y se calle el viento.

Aún hay fuego en tu alma

aún hay vida en tus sueños.

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ALGO INESPERADO

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Esta tarde acudí a mi gine de confianza para que resolviese mis dudas acerca de la ausencia total y absoluta de mi regla después de tomar Utrogestan. Al parecer, tengo un folículo persistente en el ovario derecho que me está ocasionando ciertos problemas. Se trata de un folículo que ha ido creciendo durante la primera fase del ciclo y que no ha llegado a romperse, dando lugar a un ciclo anovulatorio. Uno de los síntomas que provoca es que la regla se retrasa, tal y como me ha ocurrido a mí. Le he preguntando a mi gine qué puedo hacer para eliminarlo, implorando algún tipo de medicación milagrosa que lo haga desaparecer definitivamente, pero me ha tranquilizado diciéndome que, en la gran mayoría de los casos, el folículo acaba rompiendo espontáneamente y que esto sólo ha sido algo pasajero y puntual.

Me ha mirado y requetemirado y me ha asegurado que mi amiguita la de rojo no tardará en hacer acto de presencia ya que el endometrio está listo y engrosado para facilitarle, por fin, su aparición.

Esto no es más que una piedra en el camino que retrasa, ligeramente, el comienzo de nuestro primer tratamiento. Al parecer, nuestra IA tendrá que seguir esperando unos días más (o espero espero). Y aquí hay dos opciones igualmente válidas:

  •  Siempre aparece algo nuevo que retrasa o modifica nuestro lento avance, demostrándonos que no hay nada más cruel y fastidioso que hacer planes o querer controlarlo todo
  • Nuestro bebé adora los meses más cálidos y sólo retrasa su concepción a propósito para disfrutar de los rayitos de sol y el calor agradable (como se parece ya a su padre, el muy cabrito!)

Personalmente, me quedo con la segunda opción! jajaja Me lo tomo como una señal de mi Canica, advirtiéndome de su predilección por el calorcito y el ambiente primaveral o veraniego, tal y como sucede con Rubio, que adora cuando los días se hacen más largos, las tardes en la playa, zambullirse en el agua del mar, las noches de tapeo en una terracita mientras disfrutamos de un tiempo inmejorable… Sí, nuestra Canica tendrá a quien parecerse!

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«Espera, mamá. Tan sólo espera». Parece que mi trocito de cielo me esté hablando desde algún lugar recóndito de mi cabeza, animándome a superar los contratiempos con buena cara y continuar cuando sea el momento adecuado. Ay, mi chiquitín, lo mucho que me has aportado sin todavía conocerte. Será tan perfecto e increíble el momento en el que aparezcas para encajarlo todo…

Así que aquí estoy, deseando que mi gine no se equivoque y que este maldito folículo persistente no me dé mucho la lata y no retrase mucho más nuestros planes. De todas formas, si en lo que queda de semana mi amiguita la de rojo todavía no ha aparecido, el lunes tengo que llamar a la consulta para tomar medidas al respecto. ¡Espero no tener que llegar a ese punto! ¡Cruzo los dedos!

Mientras, para matar el tiempo y no pensar demasiado en el tema, me entretengo viendo series por internet (The Walking Dead, Vikings, Modern Family…), leer sagas literarias (románticas y paranormales, por supuesto) o dar grandes paseos con mis peludetes, aprovechando que el tiempo todavía nos acompaña. Grandullón Amoroso, Saltarín Inquieto y Muñequita Linda saben cómo distraerme y continuamente encuentran cosas que destrozar o ensuciar para que me mantenga ocupada. ¡Qué generosos ellos!

Espero que unos días todo este asunto se haya resuelto y que por fin pueda comenzar con las dichosas banderillas (¿quién lo diría? Con lo poco que me gustan las agujas!!).

Hay que ver cómo cambian las cosas y nuestro modo de verlas, ¿verdad?

Lo que antes me parecía horrible, hoy no es más que un paso insignificante hacia ti, mi cielo.

Cambiar de perspectiva es, en ocasiones, de lo más fascinante.  

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