Archivo diario: 8 abril, 2015

EL SONIDO DE LA VIDA

Ha sido una ecoespera de lo más accidentada. Me imaginaba que estaría nerviosa, preguntándome continuamente si todo iría bien ahí dentro, pero jamás me imaginé que me llevaría el susto de mi vida debido a una serie de manchados que acabaron en un sangrado preocupante un jueves de madrugada. Lo di por perdido, pensé que este sueño se me escapaba entre las manos.

En urgencias, en la salita de espera, mientras escuchaba niños llorando y las madres acurrucaban a sus bebés, pensé un millón de cosas malas. Pensé que la felicidad me había durado muy poco, que todo nos sale horriblemente mal. Cuando me llamaron a consulta, me hicieron las típicas preguntas de rigor y procedieron a realizarme una ecografía. El corazón iba a salírseme por la boca, nunca había estado tan nerviosa. ¿Estará todo bien? ¿Estará/n bien?

El ginecólogo no encontró justificación para mi sangrado, me aseguró un millón de veces que todo estaba bien y que ellos se encontraban estupendamente. ELLOS. «¿Entonces son dos?», me atreví a preguntar. Giró la pantalla del monitor hacia mí y vimos dos saquitos preciosos, redondos y perfectos, con sus vesículas vitelinas correspondientes. Pero no se visualizaban los embriones y aquello me preocupó muchísimo. El ginecólogo me aseguró que era muy pronto para ver nada, que yo estaba de muy poquito y no conseguiríamos ver nada. Me comentó que los manchados y el sangrado probablemente serían debido a la implantación y me recomendó reposo relativo y una vida tranquila. Y así lo hice.

Pasaron cuatro días de horrible incertidumbre hasta que acudimos a la clínica para la ecografía que nos convertiría en las personas más felices del planeta o, por el contrario, en las más desdichadas.

Mi doctor movió el ecógrafo y susurró: «Oh, aquí está uno». No quise mirar la pantalla, me moría de miedo. «Y aquí está el otro coleguita», dijo a continuación.

«¿Pero están bien?», pregunté con un hilo de voz.

«Están perfectamente. Míralo por ti misma».

Y ahí estaban. Dos bolitas, dos cacahuetes minúsculos llenándome de vida. Mis dos vidas, mis milagritos hechos realidad. Vimos sus corazoncitos latir a través de la pantallita y, pulsando un botón, pudimos escucharlos. Rubio y yo nos quedamos boquiabiertos, sin poder articular palabra. Nos cogimos de la mano, nos miramos cómplices y sonreímos como dos tontos. Nuestras dos estrellitas, dos destellos de luz que han venido a iluminar por fin nuestros días. Nos enamoramos al instante de esos luceros diminutos y me prometí a mí misma que me cuidaría todo cuanto estuviera en mis manos para que no les ocurriese nada malo.

Sé que todavía es muy pronto para ilusionarse, pero verlos tan llenos de vida, latiendo con una fuerza arrolladora, me ha cargado las pilas. Necesitaba saber que estaban bien, en especial después del susto del jueves de madrugada. En dos semanas volveremos a la clínica y repetiremos eco para ver cómo van evolucionando, ¡lo estoy deseando!

No puedo olvidarme de vosotras, mis valientes, mis compañeras de lucha, perseguidoras de sueños y expertas en levantaros a pesar de las adversidades. Sé lo que se siente cuando las cosas se ponen difíciles, cuando solo recibes negativos, cuando necesitas una bocanada de aire fresco para poder continuar. Quiero deciros que sois unas personas excepcionales y admirables, y deseo de todo corazón que todas logréis vuestro sueño. Porque todas nos merecemos ser madres. Todas nos merecemos vivir esto.

No diré #SíSePuede porque todavía me queda un camino larguísimo por delante; solo podré decirlo el día que tenga a mis hijos en brazos. Pero no dejéis de luchar, por favor, es lo único que podemos hacer para llegar a nuestros pequeños. El camino es largo y doloroso, repleto de miedos e incertidumbres, pero nosotras somos unas expertas en apartar los malos pensamientos de un plumazo, limpiarnos las lágrimas y tirar para adelante.

Siempre seré infértil y siempre seré una de vosotras, no podría ser de otro modo.

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