48 HORAS

Aquí, en el Reino de las Lluvias Perpetuas, finalmente ha llegado el verano. Lo digo en bajito y con cautela, no vaya a ser que las nubes se cabreen y regresen para amargarnos estos días tan estupendos que hemos disfrutado en mi ciudad.

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Y con el calor y el buen tiempo, todo parece verse desde otra perspectiva. Una perspectiva menos amarga, más alegre, más… positiva. Desde mi última entrada han pasado nueve días (más o menos), días en los que me he estado pinchando las famosas banderillas cada noche, superando mi pánico incorregible a las agujas, aceptando sin problemas las escasas molestias que me ha dado la medicación. Ayer fue mi último pinchazo de Fostipur y esta noche entrará en juego el famosillo Ovitrelle. Y en cuarenta y ocho horas, el sábado por la mañana, será mi IA. Sí, sí, habéis leído bien! En dos días seré un auténtico flan, un manojo de nervios que no podrá creerse que por fin haya sonado esa vocecita de «Ha llegado usted a su destino».

Independientemente de lo que pase, independientemente del resultado, Rubio y yo ya hemos dado un gran paso para estar más cerca de nuestra Pequeña Canica. Y si esta vez no funciona, volveré a pincharme las veces que haga falta, volveré a contener el aliento antes de introducir la aguja en mi barriga y seguiré intentándolo, porque nunca se sabe qué intento puede ser el bueno. Porque todas las lágrimas, todos los malos momentos, todos los pinchazos, absolutamente todo, tendrá una recompensa que valdrá tanto la pena que todo lo anterior parecerá disiparse en mi memoria. Sustituir malos recuerdos por otros mejores, eso es lo que hay que hacer, ¿verdad? Pero sin olvidarme de lo que habré pasado para conseguir mi sueño. Siempre realista, siempre con los pies en la tierra.

Tengo una sensación extraña en mi interior. Me embarga la emoción, me siento ilusionada, con ganas de creer que todas merecemos un final feliz. Pero, sobre todo, tengo muchísimo miedo. Y no me refiero a la IA en sí, sino a lo que puede llegar a pasar en los quince días de betaespera. Porque ese día, el día en el que sabré el resultado, puede ser el mejor día de mi vida o una auténtica mierda, algo que querré olvidar y llorar hasta que no me queden lágrimas.

Las personas que no han pasado por esto, que desconocen el significado de la infertilidad o el procedimiento de los tratamientos de reproducción asistida, no pueden hacerse una idea de lo doloroso que es este camino. Algunos se creen que esto es facilísimo, cuatro visitas al ginecólogo, una inseminación (o transferencia) y… BOOM!! EMBARAZO! Y no, no es así. Un tratamiento de fertilidad es agotador, a veces es doloroso y pone a prueba tu fortaleza y, sobre todo, tu paciencia (en mi caso, al menos ha sido así). En un tratamiento de fertilidad ponemos muchísima ilusión, esperanza y emoción, pero también aparece el miedo, ese miedo a que no salga bien, el miedo a tener que seguir intentándolo, el miedo a no saber si algún día lo conseguirás. Ese miedo es devastador, te quema por dentro cada rincón de tu alma esperanzada.

No sé qué es lo que me deparará este tratamiento, pero si el resultado no es el esperado, no te preocupes mi bebé, porque mamá se hace más fuerte con cada contratiempo. Sólo espérame, yo te prometo que no dejaré de buscarte.

Te esperamos con los brazos abiertos, mi cielo.

2 comentarios

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2 Respuestas a “48 HORAS

  1. Mucho animo y mucha suerte preciosa! Deseo de corazón que sea tu oportunidad definitiva, que no tengas q volver a pasarlo, pero como tu bien dices, si no es, a seguir luchando! Aquí me tienes cruzando dedos para que todo salga genial. Un beso!

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  2. Madre mía…mañana la IA! Ojalá vaya todo como la seda, te lo deseo de corazón!!! Estaré pensando en tí y enviándote fuerzas positivas!

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